viernes, 30 de diciembre de 2022

Adornos de Navidad

 


Todos los años, los pequeños adornos de Navidad estaban ocultos en una caja en el trastero de la casa de Juana. Para cogerlos debía atravesar un pequeño y empinado pasillo, que le recordaba a una montaña, para subir al desván. Bajo el rincón que dejaba la caída del tejado de dos aguas de su casa, tras un baúl de madera, que su madre trajo de la casa de la aldea cuando, muerto el abuelo, decidieron venderla y repartir todos los recuerdos de su infancia y juventud estaba la caja.

María estaba encargada. Era la única que no se hacía un chichón cuando se levantaba para coger la caja. Allí, en un rincón sin apenas luz, localizó la caja de color azul. Tenía una tapa blanca de cartón duro, al igual que la caja y en su interior estaban los adornos que siempre colocaban los abuelos: Había figuras de Belén, los Reyes magos, ovejas y pastores, el portal con María y José y hasta un niño Jesús de cristal que su abuelo Julio protegía con bolsas de prolipropileno; La pequeña figura, comprada en el mercado navideño de la ciudad de Madrid cuando hicieron el viaje de novios.

Recordaba como subían al monte a coger musgo para el Belén. Al principio, no le permitía colocar a ella el verde pero con los años demostró habilidades y una gran imaginación. Le gustaba como él la iba guiando. A pesar del movimiento de sus manos, tembloroso a veces, le ayudaba a colocar la figura con bastante esfuerzo para él. Con el tiempo, delegó más responsabilidades en ella y él, con la batuta, dirigiendo. La contemplaba con ojos llorosos. La estrella la colocaban entre los dos, pues tenía miedo que con un movimiento extraño pudiera caerse y hacerse daño.

El árbol era de plástico, los últimos 5 años había decidido cambiarlo por uno de color verde con las puntas blancas imitando nieve. Qué curioso, cuando la última nevada había sido de pocos centímetros y ya habían pasado 15 años. Recordaba que ese día no había ido a la escuela y en casa tenían el jardín con copos llenos de blanco. Hasta la playa se cubriera de blanco. Las fotos en los periódicos los dos días siguientes y en las noticias fueron habituales.

Pero desde la muerte del abuelo, hace dos años y de la abuela hace uno, las navidades cambiaron por completo. La casa familiar ya no era la de las reuniones y cada uno se repartía sin orden, intentando buscar un hueco o como si del juego de la silla se tratase, deambulábamos de un lado a otro tratando de encontrar el rincón parecido que nos aportase la familiaridad de años pasados. No lo encontramos y en lugar de ello mis padres optaron por reducir las reuniones.

Recogí de la casa de la aldea esa caja de adornos por petición de mis tíos y lo traje para la casa de mis padres. Dada la desilusión que siempre le produjo la Navidad, cuando aparecí con la caja ni pudieron mirarla. Apenas asintieron. Mi abuelo decía siempre que para trasplantar algo siempre debemos dejarla en un poco de la tierra, para que no extrañe pues siempre tenemos  morriña decía. La desplacé en la misma caja evitando, tal vez la tristeza y el acomodo anterior. Procuré colocarla en un lugar similar, ese rincón mágico y tranquilo; allí, supuse, no le afectarían los cambios.

Estos años y, aunque la tristeza se palpaba en el aire, decidí colocar el Belén como el abuelo me enseñó. Dado que coger musgo estaba prohibido, me ayudé con una de esas imitaciones de césped que encontré en una tienda de decoración. En la mesa, aquella del rincón donde siempre leía de pequeña, coloqué mi obra. Añadí algún puente y lavandera. En una zona alta y apartada, dispuse a la meiga del pueblo. Aunque no cuajaba mucho con la política religiosa, las “menciñeiras” y “curandeiras” siempre hicieron una labor social a las mujeres que no tenían recursos. La noche del 24 de diciembre inauguramos y, como si de un centro comercial se tratase, pues tenía luces. Mis padres y mis hermanos y hasta mi sobrino Lois, que me ayudó con el montaje, sacaron una sonrisa y una pequeña lagrimilla recordando a los abuelos, pues antes de llegar a la zona de nacimiento, coloqué una casa de piedra, bueno, imitación de piedra, que hice con trozos de cartón desiguales, donde puse en la entrada CASA DE LOS ABUELOS. Así, aunque no estuvieran con nosotros formaban parte de algo que cada año crecía pues cada uno pondría una pieza que formara parte de él, así en nacimiento tendría algo especial de la familia Rodríguez.

Adornos de Navidad

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